Descartes y la metáfora del cuerpo-máquina.
Por más exquisita y refinada que sea nuestra mente, esta descansa sobre un sustrato biológico. El cuerpo, como decía el filósofo y científico René Descartes, es una máquina. Y si esa máquina (el cuerpo) se rompe, nuestra mente y nuestros pesamientos, por más elaborados que sean, se pierden para siempre. El propósito de este artículo es despertar esa noción en el lector. No importa cuán brillantes seamos intelectualmente, cuán exitosos en nuestra profesión, cuán ocupados estemos en todo momento como para ocuparnos de la dieta y la salud. Si la máquina se rompe, se acaba todo.
La educación tradicional se ocupa de libros y mentes.
Nuestra educación, y muchas veces nuestra vida social, asume que lo único importante es la mente. Hay obligaciones que cumplir. Hay libros para leer y memorizar. Hay operaciones matemáticas que aprender, lenguajes extranjeros que asimilar, con toda la riqueza de su gramática y su vocabulario. Hay grandes esquemas teóricos para comprender el mundo. Años de nuestra vida se van solamente cargar este tipo de contenidos en nuestra mente. Mientras tanto, nuestra salud generalmente está en piloto automático. Es algo de lo que supuestamente nos ocuparemos después. ¿Cuándo? No se sabe. La mayoría de las veces, el cuándo lo determinan los primeros sustos: cuando nos sentimos y nos vemos gordos, o nos sentimos mal y cansados. Cuando descubrimos que nos agitamos demasiado por actividades físicas livianas, como subir unas escaleras, correr o bailar.
Las enfermedades son llamados de atención.
Cuando las primeras enfermedades serias comienzan a aparecer, generalmente luego de los 40 años, nos damos cuenta de que deberíamos cambiar nuestro estilo de vida. A veces también se muere algún amigo de nuestra edad (infarto, por ejemplo), y hace que nos empecemos a preocupar. Entran en nuestro radar las enfermedades no transmisibles, como las llama la Organización Mundial de la Salud. Nos referiremos aquí, sobre todo, a la prevención de este tipo de enfermedades, y obviaremos las infecciosas, por estar fuera del alcance de este artículo. Además, como aconsejaban los filósofos estoicos, hay que preocuparse sólo por las cosas que podemos controlar. Entonces, siguiendo con las citas a los antiguos griegos, podríamos parafrasear ahora también, a Hipócrates: Que tu alimento sea tu medicina.
Cambiar nuestro estilo de vida por algunos hábitos más saludables, sobre todo los relacionados con la alimentación y el ejercicio físico, está dentro de nuestro alcance. Sólo tenemos que proponérnoslo, y darle más importancia dentro de nuestra rutina diaria.
Darle más importancia significa darle más tiempo, así de fácil.
¿Por qué más tiempo? Porque una de las mejores estrategias para perder peso y comer de forma más sana, es dejar de comer cosas pre-procesadas, envasadas y enlatadas. Eso implica que hay que hay que cocinar más, preparar más ensaladas, comer más frutas y yogures. Implica hacer más visitas a las verdulería, y menos visitas al kiosco.
Más visitas a la verdulería, y menos visitas al kiosco.
Nos obliga, también, a pensar en las cuatro comidas del día: desayuno, almuerzo, merienda y cena. No hay que saltearse ninguna, y todas deben ser saludables. Esto requiere más planificación y menos improvisación. Hay que resignarse. Cuando dudemos si vale la pena, pensemos: ¿Vale la pena vivir menos, enfermarnos más, estar más gordos y cansados, por el mero hecho de ser cómodos con la comida? No.
Hace ya un año que empecé a alimentarme en forma distinta, teniendo más en cuenta el valor nutritivo y calórico de las comidas, que su sabor. Logré de esta forma, perder aproximadamente diez kilos de peso. Aunque la baja de peso nunca es lineal, sino con muchos altibajos y rebotes. El gráfico de un descenso de peso se parece más a un serrucho, que a una línea recta en diagonal hacia abajo. Es una más una cuestión de constancia y consistencia en la dieta, que de grandes sacrificios y descensos de peso drástico.
El tema de limitar las cantidades de azúcar también me ayudó mucho. Pero es difícil hacerlo, ya que la mayoría de los alimentos que comemos tienen una gran cantidad de azúcar agregado. Una forma de hacerlo, es comer menos cosas procesadas. Por ejemplo si compramos la comida cruda y la cocinamos nosotros mismos, tendremos mucho más control sobre las cantidades de azúcar y sal agregadas. Las comidas preparadas que compramos, tienen mucho azúcar agregado. Por ejemplo los cereales para el desayuno tipo corn flakes o granola, que nos venden como saludables, están llenos de azúcar para mejorar su sabor. Y muchos productos etiquetados como dietéticos, en realidad no tienen tan pocas calorías como parece en los envases. Conviene, como dije más arriba, tratar de reemplazar más cosas por vegetales y frutas. Cuanto menos procesados, mejor.
Las harinas, por supuesto, son otro rubro que hay que controlar al máximo. Pero la buena noticia es que sí se pueden comer carnes (de vaca, cerdo, pollo) y bajar de peso igual. Esto parece poco intuitivo, pero es así. Lo probé y funciona. Por supuesto estamos hablando de cantidades moderadas: El 30% o el 40% del plato con carne, y el resto con vegetales, es una proporción ideal. Y sin pan en el almuerzo y cena.
Podríamos decir, a grandes rasgos, que para estar bien físicamente, además de la alimentación (que ya mencionamos más arriba) los otros dos componentes del triángulo de la salud son el ejercicio físico y el buen descanso.
Los beneficios del ejercicio físico han sido comprobados por numerosos estudios médicos. Además de colaborar con el descenso de peso, porque aumentamos nuestro gasto calórico en el día, es bueno para mantener y aumentar la masa muscular, ejercitar el corazón y los pulmones, e incluso mejora el estado de ánimo y la vida sexual.
La OMS recomienda un mínimo de 150 minutos semanales de actividad física aeróbica, para mantenernos saludables. La mayoría de las personas podemos cumplir ese requerimiento yendo al gimnasio al menos tres veces por semana. Personalmente, es lo que estoy haciendo: gimnasio tres veces por semana (ejercicios de musculación) complementados con baile (tango y salsa) dos o tres veces por semana. El baile es una actividad física moderada, menos intensa que el gimnasio, pero también suma. Además, tiene un componente social y lúdico que se disfruta mucho.
Es importante que no vayamos al gimnasio a sufrir, sino que tratemos de encontrarle el disfrute, para poder mantenerlo en el tiempo. Se pueden elegir los ejercicios o actividades que nos hagan sentir más cómodos. Por ejemplo si no te gusta correr, no es obligación hacerlo. Hay otras actividades, como remo o bicicleta que también se pueden hacer, y también son aeróbicas. Las mujeres, por ejemplo, suelen preferir hacer zumba, un ejercicio parecido a los bailes latinos, pero mucho más intenso, y que les da buenos resultados.
Hace un tiempo leí en en un diario que Manu Ginóbili, el jugador de básquet que estuvo en la NBA, recomendaba a los atletas que cuidaran sus horas de sueño, ya que eso les hacía aumentar el rendimiento. Basaba su recomendación en el libro Why we sleep. Después de leer ese libro, me convencí de los beneficios de controlar las horas mínimas de sueño. Menciona numerosas enfermedades que pueden surgir como consecuencia de acumular años de dormir mal o pocas horas. Entre ellas, Alzheimer, debilitamiento del sistema inmune y enfermedades del corazón.
Además, la tendencia actual de los celulares como el iPhone de incluír aplicaciones para controlar las horas de sueño, me convenció de que debe haber una evidencia científica sólida de que el buen sueño influye en nuestra salud. Después de todo, como también leí en el libro de Carl Sagan Los Dragones del Edén, prácticamente todos los mamíferos duermen. Tiene que cumplir alguna función biológica.
Por lo tanto me he propuesto cumplir al menos con las 8 horas de sueño recomendadas, todas las noches. Y sugiero que quien lee esto, también lo haga. No es fácil en nuesto mundo de pantallas, celulares y luces artificiales. Requiere proponerse conscientemente cumplir con este objetivo.
Lo importante es ir cambiando los hábitos, de a poco. Y una vez que incorporamos un hábito saludable (como ir al gimnasio, comer más verduras o dormir siempre al menos 8 horas) poner toda nuestra fuerza de voluntad en mantenerlo.
Es una cuestión de prioridades. Tenemos que poner nuestra salud arriba de todo, incluso más arriba que ganar dinero, trabajar o divertirnos. Sólo así vamos a poder mantener esos objetivos. Y disfrutar de una calidad de vida más alta. Además (si tenemos suerte) vivir unos años más.
(C) 18 de Enero de 2020, Alejandro Moliné.
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